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Madrid hasta llegar a Toledo. EStos nombres eran gratos a Beatriz por su abolengo francis– cano. Declaran los testigos del proceso de bea– tificación que en medio de un monte se hicieron encontradizos con Beatriz, que la saludaron en portugués, dos religiosos franciscanos y, aun– que para ella era familiar el cordón de San Francisco, en aquella ocasión tembló cual man– so corderillo a la presencia del lobo. Reciente como estaba la cruel venganza de la Reina Isabel. temió que fueran mensajeros de Isabel para que , una vez confesada , fuese ejecutada. Al verla los religiosos tan atribulada y llorosa, dijéronle que no llorase, «porque no solamente no eran ellos mensajeros de su muerte, mas antes la venían a consolar y le hacían saber que había de ser una de las mayores señ.oras de Españ.a y que sus hijos serían nombrados en toda la cristiandad. A esto respondió que ella era doncella y que, con el Emperador que la demandase, no se casaría en ninguna manera, porque tení~ hecho voto de limpieza a la Reina del Cielo. Y dijéronle ellos: lo que hemos dicho , ha de ser. Y fueron así hablando por el camino con ella» (1). Habiendo llegado a una posada y dispuesto todo para comer, porfiaba Beatriz con los religiosos para que se sentaran a la mesa , pero antes de empezar la refección , desapare– cieron. Quedaron todos maravillados, y Beatriz creyó firmemente que el Señ.or le había enviado, para consolarla e instruirla, a San Francisco de Asís y a San Antonio de Padua, a los cuales celebró fiesta en adelante todos los añ.os . (Oración final pág. 10) (l) Manuscrito de 1526. 17

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