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convidaba a contemplar la hermosura de Dios. Mas esa gracia se fué desvaneciendo , y eI escenario cambió. Y vinieron las pendencias y los lances por su causa, y se convirtió inculpa– blemente en la manzana de discordia entre los. cortesanos, y la misma Reina, tras sagaz perse– cución, la encerró a mano airada en un cofre estrecho y asfixiante. Durante este brutal en• carcelamiento se le apareció la Reina de los Cielos, vestida de blanco y azul con el Niño Jesús en los brazos y, luego de confortarla con cariño maternal, le intima que funde en su honor la Orden de su Purísima Concepción con el mismo hábito, blanco y azul, que Ella lleva– ba. La paciente Beatriz, ante esta dignación de la Señora, se ofrece por su esclava, le consagra, agradecida, el voto de virginidad, y Je ruega confiadamente que la libre de aquella prisión. La Reina celestial accede sonriente, y desapa– rece. A los tres días la encontró su tío Don Juan Meneses quien, al abrir el fatídico cofre, vió con grata sorpresa que estaba sonriente, sonro• sada y con una paz inalterable. El prodigio se corrió por el Palacio, pero la Reina, que en su nutrida envidia no sufría rivales, <lió orden ter– minante a Beatriz de abandonar la regia man· sión. Beatriz, gozándose eri la libertad alcan– zada, se encaminó presurosa a la ciudad de Toledo. (Oración final, pág. 10) 14
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