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is Oe creo muy superior 4 mis fuerzas , tambien creo que suplird mi buena intencion, y la benignidad de los oyentes, dla falta de ingenio y eradicion. td Empiezo , por tanto , diciendo, que la belleza de la poe- sfa no consiste en la ficcion, ni esta precisamente en la _ consonancia arménica de los acentos de la voz: pues si esto fuera asi, se cambiaria la naturaleza de las cosas, to- mandose los accidentes por la sustancia, lo material por lo espiritual, la expresion arbitraria de la idea por la misma idea, y lo que es bello y sublime por naturaleza por lo que no pasa de ser, 6 una quimera fantastica, 6 una especie de ruido , cual lo forman las ramas y las hojas lozanas de un drbol , movidas por las brisas que se ciernen en ellas. Si no fuera as{, volvemos 4 decir, el mejor poeta seria el que in- ventase mas patrafias, 6 el que cantase , mas bien que ha- blase, como el ruisefior de las selvas. Hay poetas, que fingen escenas portentosas, en las cuales entran monstruos, endriagos, faunos, satiros, arpfas y gigantes , que no existen sino en la imaginacion acalorada del inventor, atribuyéndoles acciones humanas, no siendo hombres: vicios y virtudes, siendo incapaces de ellas, y hasta poder y fuerza sobrenatural, sin que intervenga para esto ningun agente sobrenatural. Estos poetas solo sirven para entretener al vulgo ignorante; pues este, por efecto de su misma ignorancia, se esta horas enteras con la boca abierta, oyendo cuentos y ficciones , como si fueran realida- des. Hay otros, cuyas composiciones se reducen 4 formar sonidos, como si en vez de poetas, fueran arpistas que re- corren las cuerdas , deleitando 4 quien los oye. Poetas de ojos y de oidos pueden llamarse estos, pues el encanto que producen en los espectadores , es puramente sensitivo, y no eleva el alma 4 la contemplacion de cosas grandes y — sublimes.

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