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ae son hijos de Adan. Pero cuando la Virgen Maria pasé de la nada 4 la existencia, sucedié todo al revés : Lucifer se apres-_ t6 4 ponerla encima su zarpa, y sellarla con laignominia de su esclavitud ; pero la Virgen levanté su planta, la puso so- bre la cabeza del dragon y se la estrellé ,cumpliéndose en- ténces lo que Dios anuncid al mismo dragon en el Parat- so, cuando, refiriéndose 4 esta Virgen, le dijo estas pala- bras: Ella estrellard tu cabeza (A). Esa gran batalla, que se nos hadescrito con tanta y tan bella poesfa, es la misma que vid en espfritu el evangelista S. Juan, y que refiere en el estilo sencillo, pero sublime y patético de los profetas, en el capftulo duodécimo de su re- velacion, sin que se haya discrepado en nada de la sustan- cia, pues tan solo se ha afiadido por via de ornamentacion ' poética, lode los bramidos del dragon, lo de sus escuadro- nes , lo de sus rayos, y lo de su arenga 4 sus huestes infer- nales, cosas permitidas al poeta cristiano. Y justo es decir, que el gran padre de la Iglesia S. Agustin, afirma que esta -batalla descomunal se did entre la Virgen y el dragon, diciendo asf: «Se lee en el Apocalipsis que el dragon -es- taba 4 la vista de la muger que habia de parir , para devo- rar 4 su hijo, tan pronto como lo diese 4 luz. Nadie ignora que ese dragon es el diablo, y que esa muger significé a la Virgen Marfa, tipo de la Iglesia catdlica: pues. asf como -aquella pariéd Cristo, que es nuestra cabeza, quedando con la integridad de su virginidad, asf esta en todo tiempo pare nuevos miembros de este cuerpo mistico , quedando siempre virgen (2). El modo patético, con que se ha hecho la descripcion de ese acontecimiento, me da ocasion para tratar sobre la poe- sfa sagrada, tan poco conocida por los inerédulos que des- precian las santas Escrituras, y dun se burlan de ellas con malicia sacrflega: interesante s la materia, y aunque la (4) Gén, cap. TH. vy. 45. (2) Div. Aue. Tract, de Symb. ad Cathechum, lib. IV. cap. 1.

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