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cs OK te de los montes elevados, rotos de arriba abajo por el cata- clismo, que en tiempos antiguos cambié la faz de la tierra. Las cataratas més caudalosas del orbe , son hilos sutiles de agua, comparadas con la que broté de la boca infernal del dragon: como si tuviera en su pecho todas las aguas del Océano, asf empezd 4 vomitar de sus espantosas fauces rios caudalosos y espumantes, que todo 16 arrollaban en su paso : inundé con esas aguas fétidas y verdosas las cuevas, las hondonadas, los llanos, los valles , los oteros y los mon- tes: un diluvio de infeecion lo inundaba todo , y ni un solo mortal dejé dé quedar inficionado. Brillaba ya en los ojos de Luzbel un rayo de satisfac- cion, creyendo que la victoria quedaba por él: subian ya ‘las aguas por las laderas del monte, y redoblaba sus es- fuerzos , vomitando otras sin cesar: si tomaba algun des- canso, era para lanzar bramidos A su gente, diciéndola que se mantuviese firme en su puesto, pues se acercaba ya el momento de la gran victoria. Volvia despues 4 despedir nuevos torrentes: y al observar que las aguas subian, gri- _ taba al infierno reunido, que soplasen todos hacia las aguas que rodeaban el monte, para que levantando remolinos — espumantes , cubriesen la eminencia y manchasen, siquie- _ va, daquella muger. Una gota basta , gritaba el dragon, y el que consume esta hazaiia, seraé el mayor despues. de mf en mi reino: dichas estas palabras, él continué vomitando, saliendo un verdadero huracan de sus dos flancos, que lan- zado sobre las aguas, levantaba olas espumantes, capaces de envolver toda la lierra. Pero Luzbel se engaiié: un in- menso boqueron se abrié debajo del mismo monte donde 61 estaba (1); las aguas volvieron atrds, y entre horre dos re- molinos se precipitaronen el abismo, Ilenando de. confusion y de espanto el campamento de Lucifer. jQué decepcion! ; Qué desesperacion! El cielo habia -dado 4 la muger dos alas , tan pujantes como las de las agui- (4; Apoc..cap. XIII. v, 16.

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