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— 399 — y edificaban casas, sin hacer caso de la predicacion del Patriarca, hasta que vino el diluvio de repente y los envol- vié 4 todos: asf lo dice el mismo Jesucristo (1). Y tambien nos did sus sefiales , para conocer cudndo vendra ese dia es- pantoso: y nos dijo que la abominacion de la desolacion se sentaria dntes en el lugar santo, y que aprendiésemos que, as{ como sabemos que se acerca el verano, cuando vemos que la higuera brota hojas 6 higos, asf cuando viéremos que acontece lo que él nos anuncia, comprendiésemos que se acerca la hora, y que 61 se halla 4 las puertas (2). »La abominacion no puede verse mds clara en esa intru- sion impfa de los gobiernos en querer regir la Iglesia. El apartamiento de casi todos ellos de la fe, del cual habla el Apéstol en su epfstola segunda ‘4 los tesalonicenses (3), se- fialandolo como el preludio de la venida del juez, empieza 4 verse ya, pues todos los principes han abandonado al Vica- rio de Cristo, 41a suerte que le ha deparado un rey sacrile- _ go. No ospuedo decir, siel fin del mundo esté léjos 6 cerca; pero sf os diré que estamos entre los extremos de un dile- ma: 6 la sociedad vuelve atrés en el camino de la perver- sion de ideas y corrupcion de costumbres, y entdénces po- dra haber salvacion para ella, 6 sigue triunfante la iniqui- dad y la injusticia, y enténces ya podeis decir que hemos entrado en los tiempos precursores del fin del mundo, Pero sea de esto lo que fuere, vos, 6 hermano, guardad lo que teneis , para que nadie tome vuestra corona (4).» El venerable viajero dijo estas tiltimas palabras con tan- to énfasis, que yono pude ménos de volverme 4 él y arro- dillarme para besar sus piés, pues se me figuré que este hombre era algun dngel en figura de peregrino, 6 algun santo que andaba por la tierra. No lo permitié él, levantan- - dome al instante con sus brazos, y estrechandome entre (4) Mat. cap. XXIV. v. 38. (2) Id. ibid. y. 33. (3) 2. Thesal. cap. Il. v. 3. (4) Ap. cap. ITI. v.44, 1 3 ‘pipet aaiaieee