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VELADA XX. Segunda parle del sermon de Toloio. ~ _— aS eo corona. We" # Para ligar lo dicho con lo que yoy 4 decir, no puedo mé- nos de describir lo que vi en mi compafiero de refeccion, en Jos tiltimos momentos de su discurso. El venerable anciano, siempre enfatico , aunque no mé- nos suave y dulce en sus palabras , fue levantando: poco 4 poco su voz: y cambiaba de tal manera su expresion, que -me hacia la ilusion de creer, que estaba viendo un tipo perfecto de lo que eran algunos profetas , cuando anuncia- ban 4 los Israelitas , de parte de Dios, los extravfos 4 que de vez en cuando se entregaban , faltando 4 su ley. Pero, al hablar de esa divinidad nueva del racionalismo moder- no, advert{ en él una especie da transformacion que me asombro. . Su rostro, algun tanto arrugado y descolorido, adqui- rié de repente una animacion juvenil : elevaba al ciélo sus ojos Vivos y penetrantes, y parecianme los del dguila, que no vacila en mirar de hito en hito al mismo sol: un rosado suavisimo coloré sus mejillas, un tinte ligero de carmin animé sus labios, y era tal la majestad de su frente, que en- ténces se dejaba ver noble y despejada por haber echado hacia atras su capuz, que se me figuraba que una auréola de luz se movia en su derredor.
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