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a oe tal encuentro, el jéven viajero sintié un movimiento de ale- gria en su corazon. Era este jéven benéfico y compasivo: vid que sesteaban tres rebafios al rededor del pozo : vid6 tambien que cubria 4 _ éste una piedra muy grande. Creyé sin duda, que los pasto- res necesitaban auxilio para levantar la piedra, y determi- né ayudarles, y hacia esto como impulsado por una fuerza superior , pues su corazon parecia que le decia, que habia en aquellas cercanfas un objeto que lo: llamaba, y lo atraia como se atraen miituamente el acero y el iman. Acercése por tanto 4 los pastores, y con acento suave y argentina voz, les dirigié la palabra, diciéndoles : Herma- nos , ¢de dénde sois ?— De Hardn, \e contestaron. ; Dé Ha- ‘rdn! dijo el viajero para s{; pues entdnces, bien conocereis d Laban, hijo de Nacor , volvié 4 decirles. S¢, lo conoce- mos , respondieron los pastores. g std bueno ?— Si, muy bueno, y por cierto, que una de sus hijas viene por esos cerros con el rebano de su padre, Un salto de ant did el corazon del jéven. Era, repito, muy amigo de hacer bien, el. caminan - te que inopinadamente se presenté 4 los pastores; y de- seoso de ayudarlos y de ofrecérseles para cuanto quisiesen, les dirigid de nuevo la palabra, diciéndoles: g Por qué no dais de beber d los rebajios, para que puedan pastar un poco, dntes de llevarlos a los apriscos?— No. po- demos hacerlo, le contestaron , hasta que no vengan todos, pues enténces levantamos la piedra del pozo, y sacamos agua para todas las ovejas. En esta conversacion estaban los pastores y el caminante, cuando el ruido de las zumbas suspendidas al cuello de los carneros, y el de las campani- las de las ovejas, y los balidos de los corderillos, les hizo conocer que llegaba ya el tiltimo rebafio; y en efecto, al poco doblé éste un cerrillo , y apénas las brisas de la tarde habian disipado la polvareda levantada por aquel, cuando se dejé ver una doncella agraciada, hermosa , amable, mo- desta y risuefia que lo guiaba. Era la hija de Laban; era