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=< = bres (4) 4 que se fijasen poco en las cosas de este mundo, y tambien se valid de la presencia de una jéven bellisima, y de quien nos dicen, que su rubia cabellera era rival de las hebras rubicundas del sol , para ensefiar 4 los fariseos, cudn- to valia un acto de amor de Dios que sale de un corazon contrito (2). 4 Por qué no hemos de filosofar nosotros sobre las bellezas animadas que Dios ha criado? Voy , pues, 4 referir una historia sucinta y ligera, per- teneciente 4 una de las mugeres mds hermosas que hubo en tiempos antiguos; y lo haré, porque he pensado, cien y - cien veces, en la gracia y belleza de aquella joven, y otras tantas, ha quedado mi corazon herido de amor, pero de-un amor dulefsimo que me elevaba al cielo: pues si la jéven. era bella, mucho mas lo es aquella gran Sefiora 4 quien represents, y la contemplacion de aquella me lleva dere- cho al cielo, donde esta la realidad de aquella sombra; esta historia es como sigue. _ Despues de haber flanqueado las encumbradas srtabas del Lfbano, y medido, paso4 paso, las interminables sabanas que dividen al Jordan del Eufrates, iba caminando alegre y presuroso un jéven robusto , Uevando bordon en mano y 4 _la espalda su morral. No estaba ya lejano el valle de Orfa, la Ur de los Caldeos, ni distaba mucho la ciudad de Haran: el sol empezaba 4 declinar, y sus rayos cortados por cien nubes de blanco nacar y de luciente arrebol, ora descu-— brian , ora ocultaban al hermoso joven las casas parduscas de la ciudad , 4 donde su corazon lo llevaba. Ast marchaba, bendiciendo al Dios de sus padres por tanta dicha: pero al doblar un otero, detras del cual brilla- ban los torreones de Haran, se encontré de repente entre rebafios y pastores que rodeaban un gran pozo » de donde las zagalas iban 4 sacar el agua para darla 4 los ganados, dntes de conducirlos 4 los rediles de su morada nocturna. A (4) Mat.’ cap. VI. v. 28. (2) Les cap. VI. vy, 47,
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