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= 33 — los labios del desconocido , de quien tinicamente pude com- prender que parecia un santo, y un sabio en materias de religion y de historia, y que era un extranjero, que iba re- corriendo la Espafia. Pero parecfame que no lo era, por- que hablaba el castellano tan bien como el mejor burgalés. No perdi la esperanza de romper el velo de este incégni- to, pues todavia no hacia dos horas que el sol habia tocado 4 su zenit, y me quedaba bastante tiempo para hablar con él. Le insté de nuevo 4 que se acercase conmigo al borde de la meseta, para poder extender la vista por un horizonte mas dilatado, 4lo que accedié: nos levantamos, pues, del suelo, dimos gracias al Sefior, y nos fufmos dirigiendo hacia la orilla del monte, donde nuestra conversacion fué -larga 6 interesante, come aparecerd por mi narracion. Pero esto, sefiores, demanda mds tiempo, que el que falta para cerrar esta velada, y por lo tanto, lo dejo con vuestro he- neplacito para la siguiente.
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