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a. cias. Aquello era el resultado de las doctrinas del protestan- tismo, las cuales, 4 pesar de la vigilancia de los. monarcas y de los obispos, habian franqueado nuestras fronteras, infil- tréndose poco 4 poco en muchos de nuestros conciudadanos; Se repitieron en nuestro catélico suelo las mismas escenas sanguinarias, depredatorias 6 impias, queen tiempos pasa- dos tuvieron lugar en Inglaterra, en la Suiza, en los Pafses Bajos y en Francia, siendo el agente de todas esas vilezas sangrientas el protestantismo, dvido de riquezas y sensua- lidad , y ciego en la adopcion de mae pare alnansar su objeto. Pero, entre tanto, el aepcleatioror; era para la Bsr pafia como una especie de ménstruo, que estaba viviendo muy léjos, y arrojando desde allf con gran pujanza sus héli- tos pestilentes, que llegaban 4 nuestra atmdsfera , casi disi- pados. Hoy dia, ya no sucede asf: unas cuantas manos se han presentado 4 la gran muralla de fe catélica, que circun- valaba 4 Espaiia desde los tiempos de Recaredo, y la han demolido, abriendo un boqueron; y en seguida se han diri- gido al ménstruo, y le han dicho: Hntrad, venid aqui 4 traernos civilizacion , riquezas y prosperidad. Esto es una anormalidad en la vida de nuestra nacion; esas manos, armadas con la piqueta de un cddigo contrario Acuantos eddigos ha formado la nacion de San Fernando, para deshacer el muro santo que nos separaba de las here- gfas,no son las manos de la Espafia, sino de unos cuantos de sus hijos, que viven engaftados, por haberlos deslum- brado el oropel de las grandezas materiales 8 nee pueblos protestantes. is Esos mismos hombres. son catélicos en su corazon , y conocen perfectamente que el protestantismo es un error, mejor dicho, una agrupacion de todos los errores. Y lo hemos visto con consuelo del alma: muchos de los que han abierto las puertas al mdnstruo, para que entrara, al ver que 4 ellos se les abrian las puertas para entrar en la eternidad, han demostrado que eran espaiioles, 6