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— SO an lan infaliblemente , que los autores de ellos son siempre los mismos. jCosa rara, pero digna de estudio profamio! El pti: mer heresiarca Simon Mago fué muy obsceno: lo mismo fueron los gnésticos : lo mismo fueron Cerinto y Ebion: lo mismo los circunceliones: lo mismo Elvidio y los priscilia- nistas : lo mismo Lutero, Calvino, Beza, Carlostadio, Bu- cero,Zuinglio y sus secuaces: lo mismo Enrique VIII. de Inglaterra y su célebre hija Isabel, la reina, Hamada vir- ‘gen, y para cuyos hijos naturales sé sefialaban pensiones: - lo mismo el Landgrave de Hesse, 4 quien el s{nodo protes- tante permitia que tuviese dos mugeres, fundando la per- mision en las santas Escrituras. Siempre , pues, lo mismo: la impureza, la compafiera inseparable de los herejes y apéstatas : la castidad , ” don ——s del sacerdocio ca- tolico. . Recordé tambien. lo que me habia acontecido, hablando ~ con unprotestante , sobre los individuos que de sus sectas se vuelven al catolicismo, y de loscatdlicos que se pasan 4 ellas. Hablamos largamente, citando 4 los convertidos y 4 los pervertidos, y despues de reflexiones. profundas, me dijo estas palabras : « Le confieso 4 usted, aunque con mucha pena, que nos hallamos en ese punto 4 una distancia in- mensa: todos , 6 casi todos los que de nosotros se pasan al catolicismo, son lores , barones, caballeros , literatos, que han tenido siempre fama de varones probos, y han gozado de buena reputacion : y entre tanto, ningun grande, nin- gun caballero catdlico se viene 4 nuestra reforma: gente muy comun, algun sacerdote apédstata, es lo que se agrega 4 nosotros; y lo primero que hace, es casarse , renunciando 4 lo que forma en realidad la auréola més refulgente del sa- cerdocio catélico , pues desde los Apéstoles se observé siempre en la Iglesia.» Estas reflexiones, Sefiores , son las que me obligan 4 decir, que en nuestra Espaiia no hay ni puede haber pro- testantes, y 4 mirar con el mds alto desprecio eso de las 20
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