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— mor sordo con-que les atormenta su conciencia, y el temor del porvenir, que les espera mds alla de la losa del sepul- cro. He ahtf la filosoffa que he aprendido en la considera- cion del movimiento continuo de nuestra época. Otra reflexion he hecho, que por cierto me inspira ideas bien tristes: es esta , que no conozco un pueblo, mds digno de ldstima en esa materia, que el nuestro. Porque, mién- tras en nuestro suelo apénas encontramos dos 6 tres doce- nas de extranjeros, que vengan 4 pasar el otofio 6 el verano, aunque si, tenemos miles, que estén llevandose nuestros minerales , y que nos explotan en todos los ramosy de. to- dos modos , como si nosotros fuéramos indios recien con- quistados , nosotros los espaiioles vamos al extranjero, por colonias de miles , 4 pasar los veranos y 4 dejarles muchos millones , los mismos que perdemos de nuestra circulacion, y de los cuales no se utiliza nuestra agricultura, ni nuestro comercio , ni nuestra industria. _ Ademds, tenemos tan poco apego.4 nuestras costum- _ bres nacionales , que quiz4s somos, entre todas las nacio- nes, la ménos digna de alabanza en esa materia. No pa- rece sino que nos hemos empefiado en asemejarnos 4 los liquidos, cuya definicion da a filosoffa, diciendo, que siempre retienen la figura del cuerpo que los encierra, y nunca la propia. Véase esto con un ejemplo: viene 4 pasearse por Espaiia una francesa 6 una inglesa, y no hay miedo de que abandonen su. capota 6 su sombrero, ni que tomen la mantilla: van nuestras hijas, 4 quienes nues- tra costumbre patria , y muy cristiana, y muy acomodada 4 las tradiciones de los Patriarcas y 4los preceptos de San Pablo , les ensejia4 cubrirse’la cabeza ; van, digo, simple- mente 4 una aldea mds alld del Pirineo, y abandonan su traje patrio, y vuelven 4 Espafia, y las vemos profanando nuestros templos con sus peinados_ prominentes, y llevan- do sobre ellos un sombrero, hoy chato , maiiana agudo, y despues ladeado, con escéndalo del lugar sagrado. Yono soy moralizador de costumbres,agenas, pues bas- a