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<i de y tan extensa, que toca 4 los limites de Jo infinito,4 donde solo el entendimiento humano unido al divino pede llegar. Y sucede lo mismo con el amor: areca nos ‘ama como Dios, y su amor es positivamente infinito ; nos ama ‘como hombre , siendo este amor infinito del mismo modo que la ciencia da su entendimiento humano es infinita, no por naturaleza, sino por intensidad. De este amor declinog que tiene una grandeza absoluta sin relacion 4 otro extre- mo; sin lfmites, 4 diferencia de cualquier grandeza huma- nai cual no puede ser absoluta, por ser siempre limita- da positiva y negativamente. _ Cuando examinamos las acciones de Jesucristo, lo que - mas cautiva nuestra atencion es lo que vemos y palpamos: nos sorprende aquella magestad con que 61 solo echa del templo 4 los que lo profanan, siendo muchos miles; aquella elocuencia fuerte y suave, que convence y atrae; aquel po- der con que impera 4 los espiritus malos ; aquella naturali- dad , con que manda 4 los elementos y 4 la muerte. Sin em- bargo, todas estas acciones de Jesucristo, hechas en su na- turaleza humana, son transitorias en cuanto tienen de accion material, por cuanto las hace en un momento dado, momento que pasa, como pasan, uno tras otro, los ins- tantes que componen el complejo del tiempo presente. Le basta, en efecto, un segundo, para mirar 4 la mar agi- tada, y apaciguarla (1): no tiene que hacer mds que tomar de la mano 4 una nifia muerta, y resucita (2); decir 4 un jéven difunto que se levante del ataud, y sale vivo (3); y mandar 4 Lazaro sepultado que camine, y éste obedece, poniéndose de pié 4 pesar de tener la cabeza fajada con sudarios, y los piés y las manos ligadas con ataduras (4). ‘ Sin embargo, hay una cosa mds sorprendente, y es preci- (4) Mat. cap. VII. v. 26. eA (42) Idvcap. TK. v. 25. (3) Lue, cap. VIL. v. 44. (4) Joan. cap. XI. v. 44,.

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