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=z Aunque cause ibe, no podemos ménos de decir que ass ‘ es la fisonomia que distingue la época presente de las que la han precedido: es esta la enfermedad del siglo actual, el ¢ preciar lo pasado, el querer suplantar la verdad con el error, el adulterar la verdad de las cosas pasadas, pintandolas de diferente modo de lo que fueron, con gran detrimento de la verdad misma. Y lo mas lamentable es, que esta enferme- dad no solo es la dolencia de los hombres abiertamente ene- migos de la verdad revelada, sino que hasta contagia 4 muchos que profesan la religion catélica , que es la pura verdad, ver- dad en sus dogmas, en sus sacramentos, en sus leyes, en sus libros sagrados y en cuanto contienen estos. No ha mucho tiempo que hemos leido en cierto etd’ lite- rario sobre la historia unas cuantas lineas escritas por un hom- ~ bre ilustrado y catdlico, y en ellas las siguientes palabras ha- blando de Esther: « Testimonio de este despolismo , dice, es el sangriento episodio de Esther..... aquella terrible hecatombe de setenta y cinco mil personas, inmoladas al antojo de una muger vengativa y sanguinaria, por wn acto de galanteria del monar- ca, y en pago de ilicitos favores. » Este modo de hablar es ca- lumnioso, es contrario 4 la verdad de las-cosas , es injurioso a una de las mugeres mas santas, y que fué el tipo mas au- gusto de la Virgen ‘Maria: y solo diremos sobre ello cuatro palabras, no con animo de herir a nadie, sino con el propdsi- to tinico de probar que aun los mismos amantes de la verdad se deslizan algunas veces por poca cautela. ‘La historia revela- da por el Espiritu Santv es la siguiente. El rey Asuero repudié 4 Vasthi, y segun las leyes de los persas, no podia volvera fomarla por esposa. Entre los persas estaba en uso la costumbre de que el rey tuviese muchas con- cubinas, teniendo ademds una muger, que era la esposa, la reina. Esta reina era Vasthi, en cuyolugar sucedié Esther, y al efecto celebré aquel su matrimonio con ella, y para solemni- - &