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= = preciar 4 este hombre, el criticarlo, el sospechar igh, 6 el dudar de una sola de las frases, que han salido de sus labios y ha estampado su pluma en el pergamino, es un ataque directo contra Jesucristo, porque Jesucristo canonizd 4 Moisés, declarando la veracidad de lo que dicen sus escri- tos, como que manda que estudiemos lo que contienen (1), aseguraéndonos ademas, que sus propios hechos son la ley contenida en los libros de Moisés, en los Profetas y en los Salmos (2). Y una vez sentado, que Jesucristo nos manda que aprendamos la verdad en los libros de Moisés , no hay medio en la l6gica humana, para evadirse del siguiente ar- gumento. Jesucristo, siendo la verdad por esencia, no shang aprobar lo contenido en un libro, que no sea verdad, ni — puede aprobar un libro, sin que todo lo que contiene sea verdad : Jesucristo aprueba sin restriccion, y sin distincion, cuanto escribié Moisés : luego entramos en la disyuntiva de decir , 6 que Jesucristo no es la verdad infalible, 6 que signdolo ; no hay en los libros de Moisés una sols’ pala- _ bra, que no sea verdad. Todo esto, en verdad, es otra bagatela para. esos fildsofos, que se pierden de yistil en su propio concepto , y saben mds que todos los séres presen- tes , pasados y futuros. La humanidad debe estar muy agra- decida 4 la galanteria con que la tratan esos sabios nuevos, Dice Moisés, que despues de la division de las aguas por la virtud de Dios al contacto de su vara, y habiendo soplado un viento del Sur toda la noche, pasé todo el pueblo; este pueblo éra numeroso,; y, segun calculos muy aproximados y muy fundados, llegaba 4 dos uiillones , pues tan solo el ntimero de los hombres que marchaban 4 pie, sin contar los nifios que llevaban, ni las mugeres , era de unos” seiscien- tos mil (3). (1) Joan. cap. V. Vv. 39. (2) Luc. cap. XXIV. v. 44, (3) Eaodo, cap. XII. vy. 37.
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