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ra » Y e AE y Ml Md “e $ F A q O es A o 58 A A A B e PY a - Pas a q y 2 PA, Das E >: o PE, E ES de 7 E A er qe + O AN 0 Ey ; ' de A A ps Pa A * e Ur Ñ e 5 Jr - od 0 A $ : .. o ea 3 a e á 2 MENUS ; 97 La q * » 4 o — — > + na, para despojarla del vestido seglar y cubrirla con el trage de las esposas del Cordero. Antes de entrar Inés y Flora se abrazaron con tiernísima efu- sion, vertiendo cada cual un torrente de lágrimas. Se dijeron al oido mu- chas cosas, pero yo no pude percibir mas que estas últimas palabras: Es muy grande el empeño que hay en quitarte la vocacion; constancia, Inés, constancia! Yo me aparté de allí hondamente impresionado, y no sé que mas pasó; lo que sí puedo decir es que aquella noche estuvo Inés llorándole á su pa- dre y pidiéndole por Dios, por la Vír- gen y por todos los santos, que le de- jara ir al convento; á todo lo cual res- pondia Agustin mal humorado: Pero, mujer, no seas cansada: ¿no hemos quedado en que lo dejarias para el año que viene? Inés bajó la vista, exhaló un suspi- ro y se apartó de allí, Agustin que la vió ir tan placentera, guiñó el ojo y se dijo: Vamos, ya la voy convenciendo; al fin cederá. ' a Sd A p á E a “ as ts A e, col A AA rl NS LAR
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