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pronuncian almas tan buenas y can- dorosas, como era la condesa de Mon- telirio. Verdad es que la pobre se- ñora no sabía este cuento y por tanto no era culpable; pero, lector piado- so, tú y yo que lo sabemos no carece- ríamos de culpa, sitcontribuyéramos á los planes de Satán y compañia. Por eso, sino lo tomas á mal, sepultare- mos en el olvido el marisco Concha y al cucurbitaceo pepíno y pepita, para llamar á nuestros personajes cristiana- mente como ellos se llamaban: José y Concepcion. Pues Concepcion y José cuando eran niños andaban siempre jugando con Jacinto y con Ines, y pasaban los dias en esas ocupaciones infantiles, é po 7 que tan dulces recuerdos causan despues: unas veces hacian al- tares y casitas, otras salian al jardin á cazar mariposas, otras á echar pan á los peces del estanque, y luego á co- - locar por orden la enorme cesta deju- -_guetes que tenian entre todos, donde no faltaban soldados de á pié ni de á caballo, músicos con sus instrumentos

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