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petos humanos y átodo cuanto olía á impiedad, tuvo la debilidad de se- guir la moda impia y pagana de mu- dar á sus hijos el nombre cristiano, lamándolo al uno Pepito y ála otra Conchita. Triste tributo que pagan las buenas almas á uná moda maldita in- troducida en el mundo, nada menos que por Satanás y compañía! Porque has de saber, lector querido, que segun afirman los libros santos, los espíritus de las tinieblas, bien que á pesar suyo doblan la rodilla, tiemblan y se extre- mecen al oir pronunciar el santísimo nombre de Jesús; y lo mismo debe de- cirse, guardando la debida propor- cion, cuando oyen pronunciar el dul- císimo nombre de Maria, de José, y de aquellos santos que más los cgpnfun- dieron y más almas arrancaron de sus infernales garras, para encaminarlas al cielo. Pues aconteció que un día cansado y rabioso Luzbel de oir tan- tas veces aquellos nombres que tan mal sientan á sus oidos, convocó en el infierno reunion extraordinaria y habló asi á sus compañeros de infortunio: > Z +

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