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“conocer el origen y la fuente de don- de esta novela manó. Pues has de saber, lector mio, que este Hijo de mi Padre en las varias mi- siones que ha predicado y en lag mu- chas horas de confesonario que tiene cada semana.... —Pero, señor! usted es confesor y misionero? —Sí, hombre, sí; y capuchino por más señas. No te acabo de decir que si no eres piadoso y discreto que suel- tes este libro? Pues suéltale cuanto an- tes, ó cállate la boquita y déjame pro- seguir. Repito, pues, que en las misio- nes que he predicado y en las mufhas horas de confesonario que tengo cada semana, y a veces cada dia, he averi- guado, como dos y dos son cuatro, que grén parte de la impiedad y de la corrupcion de costumbres que hoy ve- mos y lloramos, no tiene otra causa que la maldita lectura de novelas ama- torias é impías, donde se pinta el vicio con toda su desnudez asquerosa, ó se escarnecen las cosas más santas de nuestra adorable Religion, ó se dá por

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