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To Pues al menos no la hagas padecer tanto; dale siquiera esperanzas. Si tú vieras cuantas veces me la he visto en la capilla deshecha en lágrimas, páli- da y amortecida por tus bruscas nega- tivas! —Mujer, y que quieres? la amo tan- to que no puedo sufrir que me hable de monjío. —+Eso es, y por no sufrir tú un poco, haces que la pobre niña se consuma de penas, y se ponga mas desmejorada cada dia. Mira, ella quiere ir al Loreto para la Porciúncula y quedarse allí dos ó tres dias con Flora, su amiga de co- legio. Mira que no se lo niegues. —Tú la acompañarás? —Iremos todos á ganar el jubileo, Aquí interrumpieron su diálogo pa- ra escttrhar de nuevo la voz de Jacinto que entonaba la última estrofa del himno vespertino: az ad dl P> fs h A 7 y ' á e L ¿ á O ¿E A it E ts » 4 Al acabarse este dia, Oh mi Dios! yo te bendigo, - Porque tu bondad divina Me ha librado de peligros. ee ¿e zx de » ” Pa e de e. 4 , > E e x > e AA

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