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]y en qué te fundas? —En que Dios la quiere para sí; Dios la llama claramente, y nosotros no debemos oponernos á la voluntad divina. —Cómo? Y conspntirás que se apar- te de tu lado? : —Lo veré con pena; pero me con- formaré si Dios lo quiere. ¿Cuanto me- jor estará ella en un convento ro- gando por sus padres, que no en un palacio, en poder de... no sabemos quién... que la hará víctima de sus ca- prichosf Lo que toca esa joya no es digno ningun hombre de poseerla: solo á Dios le entregaría yo de buena gana esa hija mia, aunque me costara el hacerlo torrentes de lágrimas. Por- que, si de todos modos, casada q) mon- ja, se ha de separar de nosotros, ¿cuánto mas vale dejarla en el claustro llevando una vida angelical, que no sujeta al arbitrio de un hombre? —Sí, todo eso es verdad, pefo yo m0 puedo resolverme á decirle que sí. Es tan joven todavia? ses pa A y de a 0 A a - E A 3d E AIR a:

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