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| o viéndola tan sitiada de aquellos que se decian alguaciles de la misericor- día. Vaya! gritaba Carmen para ha- cerse oir entre todas: no faltaba más! que es mañana San Fernando, y que fuera la señora á“pasar el dia sin pa- gar lo que debe.en obsequio de su santo! —A la cárcel, hasta que pague! con- testaban los demás. —Y que la redencion del ama, aña- dia otro, ha de costar mucho, porque ella lo vale; conque ya puede D. Agus- tin prepárar la bolsa. —No, no! —decia Agustin, tomando parte en la broma: Yo no la redimo, que la rediman sus hijos: bastante me ha costado ya: á la cárcel con ella! Y él mismo asiéndola de la mano, la con- dujo con los hombres de la faja á un estremo del jardin, entre los víto- res y aplausos de los trabajadores que marchaban detrás de sus amos col- mándolos de bendiciones. Fernandin se habia cogido á las fal- das de su madre y haciendo coro con

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