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E GON TAS ARE SS 3 mos árecibirle; y el perro, saltando d 0 gozo, cual si la hubiera entendido. to- mó la delantera y la guió á la puerta principal, que daba frente á un mag- nífico paseo. Por él venía Agustin, con su escar- dillo al hombro, satisfecho de ha- ber visto el ganadof en aumento, las mieses sazonadas y los trabajadores contentos de su amo, á quien llama- ban á boca llena el padre de los po- bres. Traia en su compañía á su hijo Jacinto, jóven de bella apostura, muy amante de su padre, y tan despejado para resolver una duda en el bufete, como listo para dirigir en el campo un apero de labranza. Cuando vieron venir á Inés, su her- mano se adelantó para otrecerle un pá- jaro volanton que había cogido en el prado; e entonces Agustin se abando- nó á un sentimiento indefinible mez- clado de gozo, de gratitud y de orgu- llo. Dios mio! decía, soy feliz en cuan- puede serlo un hombre! He visto pros- perar mis ganados y fructificar mis campos; veo las cañas del trigo incli-

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