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S compañía de su tia; y en ellos vió claramente que Dios la llamaba para sí. La vida del mundo que apenas ha- bia gustado en los meses de veraneo, le daba miedo, le horrorizaba, y todas las potencias de su alma le impulsa- ban hacia Dios com dulce violencia. No sabia los designios de su padre; pero le parecia que habia de oponerse enéfoicamente a su resolucion. Ir á su casa le espantaba, porque era ponerse en las garras del mundo que procura- ba rendirla y hacerla suya; y por eso escribió á su padre, notificándole su resolucion, para que no fuese más por ella. La contestacion que recibió fué, ver entrar á la Sra. Prudencia, el ama de llaves, que venia de parte de su padre á sacarla del convento y llevár- sela, dfn el pretexto de que la viruela invadia la ciudad donde el convento radicaba, y él queria irse con toda su familia á respirar el aire puro de las montañas á una de sus magníficas propiedades. Inés fué recibida en su casa con mu- cho entusiasmo y alborozo. Desde su

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