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e PP A h PE A 0% A S Ti RR 3 A Es a si de s os e 3 de »% > + k 1 Y - CS ; . la nt cubriendo de canas+ nuestras cabezas, como cubre el in- vierno de blanca nieve la cima de los * montes. Estas secretas analogías de la natu- raleza con la vida humana las percibe el alma contemplando las obras de Dios, y desaparecen á sus ojos cuan- do contempla las obras del hombre. Por eso las experimenta el campesino en su pajiza choza, y no las siente el magnate bajo los dorados techos de su artístico palacio; por eso las perci- be el hombre fuera de los poblados y las pierde de vista al entrar en ciuda- des populosas. Así reflexionaba consigo mismo, un modesto religioso que acababa de: desembarcar en el puerto de Barcelo- | na, y atravesaba muy temprano las solitarias calles de la ciudad condal, + que se llenaban de gente cuando des- aparecia el frio de la mañana, integso por demás en aquellos últimos dias de Noviembre. Vestia el hurhilde y auste- ro hábito de los hijos de San Francis- co, ceñido á sus lomos con una blan-

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