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CAPÍTULO XXIV. (Conclusion .) Pasaron algunos años, sobre los cuales nos aconseja la prudencia co» rrer un tupido velo. El otoño pasaba de largo, cubriendo al mundo con un tinte suave de tristeza, propiedad de todo bien que acaba y de toda ventu- ra y placer que desaparece: las flores se marchitaban, los árboles se cubrian de palidez, sus hojas caian al suelo arremolinadas por el viento, la luz del sol se debilitaba, las nubes del invier- no volvian á enseñorearse del hori- zonte, y las almas sensibles experi- mentaban un sentimiento de mgjanco- lía, al ver pintada en la naturaleza la imágen de su vida. Pasa la juventud rápidamente, huyen los encantos con 16 dias .de la mocedad, sécanse las ilusiones y si fueran flores de la imaginacion, se debilita la inteligencia, pierde su brillo la memoria, y lenta- mente se apodera de la vida el frio de ,

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