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quele causo, y por todos los disgus- tos que en mi vida le he dado, postra- da á sus plantas le pido que me per- done. —Levántate, Inés, y no me acabes de matar; qué te he de perdonar, si en toda tu vida no has hecho mas que buscar el modo y manera de conten- tarme? —Pues á lo menos deme V., su ben- dicion, ya que no podré recibirla de su mano en la última hora —Aquel Dios que te crió para sí, y para sí te eligió, te bendiga; y ya que desprecias las bendiciones de la tierra, yo pido á Dios que derrame sobre tí las bendiciones del cielo, llenándote de felicidad, de dicha, de santidad y de gloria. —Ahora V., mamá, dijo Inés, vol- viéndose á D.* Fernanda: y esta aña- dió llorando: La Santísima Trinidade*e bendiga, el Padre te mire como hija amada; el Hijo como á espUsa querida, .. el Espíritu Santo como á su taber- náculo y morada, y la Virgen María e

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