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su vida. Nunca despidió el sol tan lu= minosos rayos, nunca exhalaron las flores tan grato aroma, nunca las aves lanzaron al aire tan dulces trinos, co- mó aquel en que iban á realizarse las esperanzas de toda su vida. Así al me- nos le parecia á ella. Cuando volvió de la misa mayor se fué derechamente al cuarto de su ma- dre pidiéndola que le permitiera estar á su lado las pocas horas que le que- daban puesto que seria la última vez que podria manifestarle su acendrado cariño. Las cosas que allí se dijeron y las lágrimas que hija y madre derra- maron aquella mañana no son para contadas. Referiremos solamente un episodio de aquella larga y tierna des- pediéh. D.* Fernanda con los ojos humedecidos por el llanto, entre otras mil cosas le dijo á Inés: Ahora que estamos solas, y antes que nadie ven- ga á turbar la paz de nuestras 1%ri- mas, voy á darte la última prueba de mi amor, confiándote al mismo tiem- : po un secreto, secreto que me sostie- ne, me alienta y me consuela en me- LA al 5 p A a rn = P de da he E, 2 %*- 0 o ARA e e AR o Mm a we PA k 0d + Sd A yn . . z + ¿Mn 3 '4 ro, be bl ANG GA. 1 E” y ES Td e Mb = b bo - A A » 4 ed » E dl po A y * de rr
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