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ee e bras misteriosas: “Conságrame ese fruto de cus castos amores, porque pa- ra mí lo quiero.,, La afortunada madre no dudó que aquellas palabras expresaban un de- seo del Corazon divino de Jesus, y le consagró la hija ge sus entrañas, ape- nas vino al mundo. La niña crecia al lado de su buena madre como flor en templado inver- nadero, como arbusto plantado en las márgenes de un rio: sus pensamientos eran flores de virtud, y sus obras fru- tos de santidad. Los ángeles fabricaron en el cora- zon de Inés un nido de amores, de amores divinos; y ella moraba en su nido, abstraida por completo de las co- sas de la tierra. Meehas noches tenia la joven Inés sueños de gloria, y en esos sueños la visitaba un ser divino envuelto bajo un velo trasparente y misterioso. y Una noche la dijo: “Hija mia, dame ¡00 tu corazon, porque para mí lo he cria- (3 do; si me lo entregas, serás dichosa ] con dicha incomparable, sin que nadie pe á da AS :ADE A A

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