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e Pa AA «3 e 1 MS P 1 er 7 ES Y e A pl 3 7 A E 4 bo A 7 2 y . q A A A 4 A > "4 £ Po. lá r Po » Dl ie A ARA al ds as 57 y * 5 o ; ts SN ¿q Ae A, e apenas podemos divisar desde la tie- rra? Para qué hace crecer en el desier- to las plantas mas hermosas, lejos de las miradas del hombre? para qué cria el diamante en las entrañas de la tie- rra y no colgando de las flores como perlas de rocio? Cuando me des la ra- zon de estos misterios de la naturale- za, te daré yo la de aquel misterio de la gracia. Inés decia esto con tal energia y abogaba por su causa con tanto ardor que la pelirubia se vió obligada á con- testar: Dispensa, Inés, que no ha sido mi intento molestarte, sino hablar de lo que todas hablan. —Estás dispensada, amiguita; pero con la condicion de que no se combata más ¿ni resolucion irrevocable de ha- cerme religiosa de María Reparadora. —Y por qué quieres abrazar ese ins- tituto extranjero, tan moderno, y no otro cualquiera?—preguntó Cona*p- cion queriendo mudar la conversacion que se iba convirtiendo en acalorada - disputa. —Porque desde que conocí su his-

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