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. --263— los dias al cielo fervorosas oraciones, para que de allí desciendan bendicio- nes de dulzura sobre su corazon: des- de ahora le digo que no tendré más aspiraciones que hacerme santa, y amar á Dios con toda mi alma. Y pues- to que me queda poco tiempo para darle pruebas de mi amor, y para hon- rarla como V. se merece, permítame ' que le bese la mano y le pida ahora perdon de todos los disgustos que en mi vida le haya dado. Inés se arrodilló, y D.* Fernanda se dejó caer sobre su cuello, llorando y diciendo: Hija de mis entrañas, en- canto mio, consuelo de mi corazon; ¿qué ha de perdonarte una madre que se mira en tí como en el espejo de su cara? Hija mia! luz de mis ojos!flegria de mi vida.... Media hora hubiera permanecido D,” Fernanda abrazada con su hija, dNiendole mil ternuras, á no haber sonado un |isero ruido en la habita- cion inmediata, que la obligó á bajar la voz y á limpiarse las lágrimas des- prendiéndose de los brazos de Inés y s

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