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Pr AA MPAA A SY á Y AA A » e e A Pia y 2 de lo que habia oidoá su sobrina. Agustin temblaba detrás de la puerta como un azogado, y no sabia si reti- rarse ó volver. Por fin, hizo un esfuer- zo desesperado, y dando la vuelta, en- tró en el salon, preguntando: Cómo vamos de examen? —Digitus Dei est hic, contestó el sacerdote, moviendo la cabeza. —Qué quiere decir eso? —Pues quiere decir, que esa chi. quilla es el diablo, Óó no puedes de- tenerla mucho tiempo en casa, sin ha- certe reo de un gran pecado delante de Dios. Estas palabras cayeron como una bomba sobre el corazon de Agustin, el cual quedó atónito y suspenso, mien- tras el 77¿to continuaba: Nada, Mos lo quiere, y hay que obedecer. : »— Qué horrible es esto para el cora- zon de un padre! Con que tendré que defhoscerme de este tesoro, ó aven- turar mi etegpa salvacion? pues en tal conflicto, vete, hija mia, donde Dios te llama, y no te olvides de este Ponce que te adora. 17

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