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PO RA ARS AA a A SS Ns e GE OS E, e e ade A A A EE + 19 Ps Hen —43 bi ¿ * á habido para tu hija nada más bonito que una monja? Que estraño, pues, que quiera serlo? Déjala decir y rezar y so- ñar con su velo, y su hábito, y la paz del claustro, y la antesala del cielo, como ella dice. Poco á poco se le ira pasando todo ezo. No tengas pena, hombre; que si es cosa de la naturale- za y no de la gracia, si es capricho suyo y no vocacion divina, pronto per- derá ese barniz místico que ha sacado del colegio; y si es obra. de Dios en vano nos opondremos á ella, porque Dios la realizará á pesar nuestro. —Pero no ves que si se empeña en ser monja, vamos á quedar en el más completo ridículo? Que diría entonces la familia de Montelirio! —Bah! que no sería la primera que por consagrarse á Dios regpnciaba una pingie fortuna y una boda bri- llante. —Me gusta la frescura. Yo no pue- do permitir semejante cosa. —Pues mira, el mejor remedio que hay para eso es dejarla decir y hacer, —Pues no la dejaré,

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