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familia que se habia reunido. Vamos, Inés, —le dijo—con esa cara tan tris- te y ese aislamiento en que te has en- eerrado, parece que estás despidiendo á nuestros amables huéspedes. Hay que alegrarse, hija mia, que ya no hay motivo para andar taciturna. Cerca de un año hace que no te oigo cantar ni tocar el piano; tu tio todavia no ha oido el metal de tu voz; tu mamá y la Sra. Condesa desean verte alegre, eonque esta noche es preciso que nos eantes una de esas canciones que tu sabes. Inés por toda contestacion exhaló ua suspiro, — Anda, mujer; y no te hagas rogar tanto. —Pero qué pieza quiere V. que to- que? —Tocar solamente no; tocar y can- tac. —Pero, qué voy yo á cantar, señg”? —La última cancion que sepas. —La última que he aprendido es muy triste y no agradará. —Sí, la última tiene que ser! res-
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