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Esos del invierno, comenzaron á rea- nimarse con el soplo vivificante de la primavera; y D.* Fernanda, partici- pando tambien de los benéficos dones de la estacion de los amores, se reani- mó y convaleció. Durante su enfermedad vino á visi- tarla y consolarla un tio suyo, sacer- dote de mucha virtud, el cual regen- teaba una parroquia cerca de Puente- genil. Era este buen señor un modelo en su clase, hombre ya entrado en años, y por lo mismo respetado y querido de toda la familia que lo mi- raba con la veneracion con que se mira á un patriarca: y de él nos vemos obligados aqui á hacer mencion, por- que contribuyó con sus acertados con- sejos L “desenlace de nuestra historia, en la forma que diremos, | CAPITULO XX. Quejas y pruebas. Con la entrada de la primavera y la convalecencia de D.* Fernanda ha-

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