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TA Agustin temió que enfermara Inés de pena, si no la dejaba ser religiosa; conoció que él era la causa de aquella palidez; pero aun así, le parecia su hija tan hermosa y tan amable que cada vez sentia más darle la tal licen- cia. Ya casi iba á ceder á los ruegos de Inés cuando aconteció una desgra-, cia en la familia. D.?* Fernanda tuvo aquel invierno una enfermedad grave y larga que la puso á las puertas de la muerte; y en vista de ella, resolvió Agustin no acceder nunca á los rue- gos de Inés, porque si esta se iba mon- ja y D.* Fernanda faltaba, qué iba á ser de la casa? qué iba á ser de él? Así andaban las cosas cuando la venida de las golondrinas anynció á los sevillanos la vuelta de la id florida: las auras primaverales, desde su carro embalsamado acompañadas deslos céfiros, derramaban sobre la Bética sus celestiales influencias: las aves juntabaa sus más dulces armo- nias con el blando susurro de las olas del Guadalquivir: las plantas y los árboles, lánguidos y yertos por los

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