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un 7 tuvo algo impaciente este interesante diálogo. —Sabes lo que pasa, Fernanda? No he matado á tu hija, porque se ha en- cerrado en su cuarto. —Pero qué ha sucedido? —Que tu hija me ha faltado. Le he hablado con la confianza y el cariño de padre y me ha dicho, pásmate! me ha dicho con muchísimo desparpajo y con una insolencia digna de que la hu- biera abofeteado que... fanática! —Qué, hombre, qué? Quieres aca- bar de decirme lo que te ha dicho? —Que quiere ser monja. Que quiere ser Adoratriz. —Y eso es todo lo que te ha di- cho? —Pues qué más podia decirme? Hasta qe ha insultado diciéndome que será monja por encima de mi cabeza. — Vamos, hombre, no seas tan im- petuoso. Qué cosa más natural que una niña que ha pasado unos cuantos años en un colegio, educada por reli- giosas, quiera ser como sus maestras? Nó comprendes que hasta hoy no ha

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