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ciente heria con sus rayos las neva- das cimas de los montes, José contem- plaba con placer desde la ventana de su celda aquel bello panorama, y su- mergido en religiosas meditaciones, recitaba esta plegaria: “Señor de los mundos, rey de las edades, amigo presente y juez futuro! Tu, cuyo po- der mi corazon invoca, tu que has arreglado el curso de los astros y la sucesion de los tiempos, no permitas + que se me escape con la juventud de mi vida la inocencia de mi alma.,, a “Resplandeciente aurora, albor de- liciosó de la mañana; tu voz pura gri- ta á los mortales: Despertad! Ay celestial Aurora! ay Sol de justicia! Despertad mis sentidos, y alumbrad siemfre en este grato retiro los años de mi vida con la inocencia de mi alma.,, ; “Aciagas tempestades, que comba- tis al hombre que navega en el “nar de su existencia; dichosg el que os te- me, y huyendo de los peligros del naufragio se acoge como yo á este puerto bonancible para salvar su ino- cencia!* e Al Ne Pt se IÓ, 7 A 7 O A E e sd de a PU A A ia >
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