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| ds ea 0 ; A 410 pS y | y ten saténdido que como te echo de este cuarto te echaré de casa, si no de-. sistes de tu capricho. —Entonces, —dijo ella desde afue- ra—entonces, levantando los ojos al cielo podré decir con verdad lo que - dijo San Francisca en igwal caso: Pa- dre nuestro que estás en los cielos. Y estoy segura que aquel padre no me abandonará, —Canalla! vociferó él viéndose de este modo vencido por su hija; y la sangre se le subió á la cabeza, y cogió una silla para tirársela, á tiempo que ella se encerraba en la habitacion in- mediata diciendo con mucha humil- dad: Pero. papá, ¿á quién se debe abe- decer primero? á Dios ó á los hombres? Júzguelo V., papá, y verá como se tranquiliza.., : La pobre chica tenía razon; pero ¿de qué sirven las razones á un hom- bre encolerizado que no las quiere comprender? En fin, él viendo que ya no podia desfogar el enfado con su hija, se fué á buscar á su esposa, que no sabía lo que pasaba, y con ella sos-

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