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MAA > >. ÁS TA “FR! E o —218— las Reparatrices, y allí pasó quince dias, que para ella fueron de gloria, porque Dios inundó aquella alma con un torrente de gracias celestiales, Ho- ras enteras se estaba arrodillada ante la dulce presencia de Jesús sacramen- tado, suspirando ardientemente y pi- diéndole con amargo lloro perdon de los dos años gastados en la disipacion y en las vanidades de la tierra. Cuando salia de la oracion se la veia pálida y rendida, como si hubiera tra- bajado mas de lo que sus fuerzas le permitian; pero su corazon estaba lle- no de gozo espiritual, y tan lleno, que para darlo á conocer empleaba la fra- se que dijo en parecida ocasion el Se- rafin de Asís: He hallado un tesoro! He rallado un tesoro! Esta era la res- puesta que daba, cada vez que la Ma- dre Consolacion le preguntaba cómo le iba en los santos ejercicios. Llegó el último dia de ellos y nuestra jofen, mudada toda y transformada interior- mente, volvió á su casa, donde pasa-: ron cosas gordas y muy raras, tan gordas y raras, que nos van á dar ma- teria para el capítulo siguiente. A e AR A Le
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