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estacion y con el grito de Zeñores via- jero ar tren que daba un empleado á quien la pronunciacionacusaba de ver- dadero andaluz. Mientras los pasaje- ros corrian á ocupar los asientos, el condesito pasó por el lado de Inés y le dijo muy quedo, y con un dolor que parecia partírsele el corazon. Adios! y que El reciba en su misericordia este doloroso sacrificio: hasta ahora no.sa- bia cuánto te amaba. Adios para siem- pre! | .. —Adios!—le contestó Inés muy conmovida— Adios, y hasta el cielo! —Nó, hasta el cielo nó! tengo un vago presentimiento de que hemos de vernos, antes de juntarnos para siem- pre en la patria bienaventurada. Josí se colocó de un salto en el es- tribo de un coche de primera que ocu- paban ya D.” Fernanda, la condesa y otras personas de la familia, Todos se bajaron apresuradamente, porque*tl tren se disponía á marchar, y solo que- daron en el departamento Nicéforo y su amo. Por fin arrancó la máquina, y José desde la ventanilla agitaba la ma-
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