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E A A A e a OA a * Í Tu Pe E A A E Y E, o y RIA A A —208— S enla estacion de la Plaza de armas, la máquina acortó el paso y comenzó á silbar, anunciando la llegada. El andén estaba lleno de personas que espera- A ban á los viajeros procedentes de Ex- . * tremadura, y de familias que ibaná Z despedirse de los viajeros que en el mismo tren salian para Madrid. Allí d estaban entre ellos todos los persona- jes de nuestra historia, que habian sa- lido á dar el adios de despedida al Condesito de Montelirio que por pres- + cricion facultativa marchaba á tomar y las aguas de Panticosa. de Habia curado ya perfectamente de la rotura del brazo; mas era tan gran- de la debilidad que se apoderó de el, que los médicos temieron que dege- nerar» en tisis, y le mandaron, para reponerse, que fuera á tomar los céle- bres baños que hemos dicho. Unos cuantos baules, ya facturados, conte- nian su equipaje, alrededor del cal velaba con diligencia el criado Nicéforo que habia de acompañarle en el viaje. Agustin con su familia, y la Condesa 4 con su hija esperaban la hora de mar- 3 4 A E
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