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ARA tido en la tierra que fuera impeca- ble por naturaleza, y esto porque sin dejar de ser hombre, era tambien Dios; era y es el Santo de los santos, el Justo por excelencia, el Hijo unigé- nito del Altísimo. Y además de El, solo ha existido una mujer en el mun- do que por singularísimo privilegio no contrajo pecado, ni cometió falta, defecto ó imperfeccion alguna; mujer, cuya purísima inocencia y candidí- sima vestidura no fué manchada ni por el más leve átomo «e menudo polvo, y esta fué la que veneramos con el glorioso título de Inmaculada. Los ds mortales, todos han sido manchados con la culpa original, to- dos han sentido peligrosas inclina- ciongs, todos han tropezado y cai- do en faltas mas Ó menos graves, to- dos han tenido que pelear con el de- monio padre de la mentira, todos han experimentado la lucha del run- do enemigo del hombre, todos han tenido que combatir las pasiones de la .carne, que con su peso corrup- tible agrava al alma, todos y todas

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