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A A e > e e. E e rt P A e A a A A XX e A a 0 aco e A A A FLA O ño en la persona del Condesito; y la puso en práctica despidiéndose de él en la forma que vimos en el capítulo anterior. No era Inés entonces ni perfecta ni santa, pero tampoco podia ser llama- da mala ni pecadora, pues por dicha suya no lo fué nunca. Podemos, no obstante, decir que á la sazon era una joven mundana, porque estaba unida al mundo por un lazo difícil de rom- per, cual es el de la vanidad ó ansia de figurar; y además profesaba las per- niciosas teorías de tolerancia, de con- descendencia y de atraccion mundana que en ella hemos observado. Por desgracia, contradecia la prác- tica á la teoría, pues ella en vez de atraó? era atraida por la vahidad del mundo, por esa vanidad que se ali- menta de bagatelas y futilidades y que tan poderosa influencia ejercen en el ánimo de la juventud. Atráida por esa fuerza seductora del mundo, corria Inés sin desconfianza alguna hácia el enemigo de su dicha, sin sospechar siquiera los lazos en que la . E 3 % A 3 á 3 “e > A a CÁ A 5 ind A

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