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—203— s cas, de los bailes provocativos y de l festejos y cortejos prematuros ó fuera de tiempo; inculcadles el amor á la pureza santa, para que no tengan (co- mo tienen tantas el dia de hoy) un al- ma fea y asquerosa encerrada en un cuerpo hermoso. No perteneció Inés á este desgra- ciado número, porque siempre con- servó el candor de su alma con esqui- sito cuidado, y le bastó sentir dos ó tres veces la tentacion referida, para tomar la resolucion de despedir al conde y renovar el propósito que te- nia de consagrarse á Dios en cuerpo y alma. Lo que no pudieron con ella los remordimientos de su conciencia, ni las murmuraciones del mundo, ni los consejos de Flora, ni la cartáMe su director, pudo una tentación contra la santa pureza. Tanto amaba esa celes- tiaL virtud, y tan bien le sentaba el nombre que le hemos dado de Aman- te de la Virginidad. Inés se confirmó mas y mas en la resolucion que habia towado, desde el momento en que vió realizado su sue-
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