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—Te amaba? esa palabra” me hubie- ra destrozado en otro tiempo el cora- zon, ahora me sirve de consuelo; repí- tela. — Pues como te amaba apasionada- mente, dije para mí: Aunque viera que el Señor la llamaba, como á San Mateo, no la dejaria ir; y aunque vie- ra, que ella queria seguirle, la sujeta- ría tirándole del manto, así con todas mis fuerzas. Al decir esto, dí tan fuer- te refrenada al caballo, que este dió un bote y me tiró de un lado, ponién- dome cual me ves. Y gracias que no se me quedó el pié en el estribo y me arrastró por la carretera, haciéndome añicos, Inés quedó pasmada de lo que oia y sólq, supo contestar: Ay Dios mio! cuan severos son tus juicios y cuan in- comprensibles tus caminos! Luego tomó la palabra y refirió su sueño á José. Este no pareció quese extrañaba de lo que Inés le refería; antes por el contrario, mostraba la misma indiferencia* que una persona á quien cuentan una historia que tiene
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