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tesoro de la virginidad que hasta aho- ra habias guardado. Si así lo haces, si renuncias al mundo por Dios, habrá tanto regocijo en el cielo por la reno- vacion de tu propósito, como lo hubo cuando lo hiciste por la vez primera. Con eso Jesus te recibirá de nuevo por esposa, darás buen ejemplo á los que ya se han comenzado á escandalizar, y algun consuelo al afligido corazon de tu afmo, y antiguo Padre Fray... Cuando Inés acabó de leer la carta temblaba toda de pies á cabeza, sin saber por qué. Queria enfadarse, y no podia, queria indignarse y no sabia contra quién, si contra sí misma, con tra José ó contra el autor de la erarta que tanto le habia impresionado, Re- clinó su fatigada cabeza sobre el al- mohadon de su lecho, y experimentó en Y interior una lucha horrible, en la cual no pronunció más palabras que estas: Dios mio, qué hago? qué hago?.. y lo que hizo fué levantarse de prisa y guardar la carta en su baul, porque

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