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tanto como Aquel que tiene en sus manos todos los tesoros de la tierra? Quién habrá que por alcanzar estos bienes no desprecie los otros? Tú mis- ma conoces á muchas que, por des- posarse en el claustro con Jesucristo, despreciaron en el mundo un casa- miento brillante; ¿pues por qué no has de hacer tú lo que otras han hecho? Vuelve en tí, Inés, que aun es tiem- po. Llama en tu socorro al Esposo de tualma y á su purísima Madre; por abogada á una de las vírgenes que su- frieron el martirio por conservar su pureza; no dejes la oracion y la fre- cuencia: de sacramentos; divórciate con el mundo y apártate de la com- pañía de los hombres. Ya que Dios te ha hícho la señalada merced de con- servar hasta hoy tu inocencia en medio de mil peligros; ya que esa nave de tu alma cargada de riquezas celestia- les salió libre de aquellas recias ' cor- mentas que la combatieron en alta mar, no seas tan precipitada que va- yas á naufragar á vista del puerto, anegando en sus amargas aguas ese Ñ *

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