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sucristo inspirador de ella, que ni promesas y amenazas, ni dádivas ni tormentos las pudieron separar de Él? Cuánto mejor sería que á imitacion de la gleriosa y heróica santa, cuyo nom- bre llevas, sufrieras el martirio, antes que entregar tu mano á un simple mortal, quebrantando la fe prometida al Esposo divino? Ella más quiso ser atormentada que infiel á su Dios; y antes que entregar su mano al príncipe que la pretendia, entregó su cuello á la espada del verdugo. Perdió en la demanda la vida temporal y terrena, es verdad; pero ganó la celestial y eterna. Y á buen seguro que no está de ello arrepentida, pues cuanto más padeció por guardar la fe debida á su primi Esposo, tanto más copiosa- mente ha sido galardonada por El con delicias tan inefables y bienes tan ver- daderos, que el menor de ellos vale más que todo lo que aquí pudo teuer, aunque se hubiera casado con el mis- mo emperador de Roma. Ya sabes, Inés, que pasa presto la figura de este mundo, que aquí se . , A O A a o